La Ley General de los Derechos de las Personas con Discapacidad y de su Inclusión Social, conocida como LGD, es la norma que rige los derechos fundamentales de las personas con discapacidad en España.
Su promulgación, mediante el Real Decreto Legislativo 1/2013, supuso la unificación en un único texto legal de diversas leyes anteriores, como la Ley de Integración Social de los Minusválidos (LISMI), la Ley de Igualdad de Oportunidades y la Ley de Infracciones y Sanciones en materia de Igualdad.
Esta ley representa un paso hacia el modelo social de la discapacidad, donde la responsabilidad del entorno es clave en la inclusión real de las personas con discapacidad.
Lejos de centrarse en la condición individual, la LGD establece que la discapacidad es el resultado de la interacción entre personas con deficiencias y las barreras del entorno que impiden su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás.
Una ley que articula derechos fundamentales
La LGD reconoce a las personas con discapacidad como sujetos activos de derechos.
Garantiza su inclusión en todos los ámbitos de la vida: educación, empleo, participación social, sanidad, cultura y ocio, entre otros. El texto normativo remarca que estos derechos deben ser efectivos y reales, no meramente declarativos.
Entre los principios que guían esta ley destacan la igualdad de oportunidades, la accesibilidad universal, la vida independiente y la normalización.
También hace referencia a la no discriminación y a la transversalidad de las políticas públicas, para que toda acción de gobierno tenga en cuenta la perspectiva de la discapacidad.
Esta ley no solo establece derechos, también impone deberes a las administraciones públicas, al sector privado y a la sociedad en su conjunto.
Todos ellos son agentes responsables de garantizar que las personas con discapacidad puedan ejercer sus derechos sin obstáculos ni exclusión.
Quién está protegido por la LGD
La ley se aplica a todas las personas con discapacidad, entendidas como aquellas que presentan deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales, previsiblemente permanentes, que al interactuar con distintas barreras pueden impedir su plena inclusión social.

Este reconocimiento se acredita oficialmente mediante el Certificado de Discapacidad, que es emitido por los organismos competentes y que contempla un grado mínimo del 33 %.
Además, la LGD extiende su protección a aquellas personas que puedan verse discriminadas por asociación, como familiares o personas allegadas, en situaciones donde se vulneren sus derechos por su vínculo con una persona con discapacidad.
Esta dimensión de protección refleja una comprensión amplia del concepto de discriminación, alineada con los estándares internacionales de derechos humanos.
Empresas y la obligación de contratar personas con discapacidad
Uno de los aspectos más conocidos de la LGD es su implicación directa en el ámbito empresarial.
En particular, obliga a todas las empresas públicas y privadas con una plantilla igual o superior a 50 personas a contratar, como mínimo, un 2 % de trabajadores con discapacidad.
Esta cuota de reserva no es opcional, y su cumplimiento es objeto de inspección y seguimiento por parte de las autoridades laborales.
En caso de que una empresa no pueda cumplir directamente con esta cuota, deberá solicitar un certificado de excepcionalidad que justifique la imposibilidad de incorporar personal con discapacidad.
Esta justificación puede fundamentarse en razones organizativas, productivas o por falta de candidatos adecuados, aunque debe acreditarse adecuadamente y tiene una validez limitada en el tiempo.
Una vez concedida la excepcionalidad, la empresa tiene la obligación de aplicar medidas alternativas.
Estas medidas pueden incluir la contratación de bienes o servicios a Centros Especiales de Empleo (CEE), la realización de donaciones a entidades vinculadas a la inserción sociolaboral o la creación de enclaves laborales.
Todas estas fórmulas buscan garantizar que, aunque de forma indirecta, las empresas sigan contribuyendo a la inclusión laboral de personas con discapacidad.

El papel de las administraciones y el entorno normativo
La LGD establece que las administraciones públicas deben desarrollar políticas activas de empleo, educación y accesibilidad, destinadas a facilitar la inclusión de personas con discapacidad.
Esto implica desde el diseño urbanístico de ciudades más accesibles hasta la oferta educativa adaptada, pasando por incentivos a la contratación en el sector privado.
También están sujetas a esta norma las licitaciones públicas. La ley permite la inclusión de cláusulas sociales en los contratos públicos, reservando ciertos lotes o contratos a Centros Especiales de Empleo o Empresas de Inserción.
De este modo, se fomenta un mercado más inclusivo, donde las compras públicas se convierten en una herramienta para impulsar la igualdad de oportunidades.
Por otro lado, la LGD contempla un régimen sancionador para los casos de incumplimiento. Las sanciones pueden ser económicas, con multas que varían en función de la gravedad de la infracción, pero también pueden traducirse en restricciones para acceder a ayudas públicas o licitaciones.
Más allá del cumplimiento: una apuesta por la transformación
Si bien la LGD establece obligaciones claras, su espíritu va más allá del simple cumplimiento normativo. La ley pretende generar un cambio cultural en el que la discapacidad se entienda desde el respeto a la diversidad humana y el valor de la diferencia.
Las empresas que realmente apuestan por incorporar a personas con discapacidad no solo mejoran su cumplimiento legal, sino que enriquecen su plantilla, ganan en compromiso social y favorecen la innovación.
La inclusión laboral, cuando se plantea de forma realista y planificada, aporta beneficios mutuos:
- mejora la autoestima y autonomía de las personas contratadas
- genera un impacto positivo en los equipos y en la imagen corporativa.

En este sentido, los Centros Especiales de Empleo como Blaunet Integra juegan un papel crucial. No solo generan empleo para personas con discapacidad, sino que lo hacen en entornos adaptados, con apoyos especializados y un enfoque centrado en el desarrollo profesional.
Además, se convierten en aliados estratégicos para aquellas empresas que quieren avanzar hacia modelos laborales más diversos y sostenibles.
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